Un documento del Banco de la República revivió el debate sobre la baja productividad de las regiones. Aumentar el salario mínimo solamente en Bogotá, Manizales y Medellín es una de las recomendaciones.
El salario mínimo es una causa de la alta informalidad laboral de Colombia, efecto que depende de la ciudad en que se evalúe. Así lo ratificaron Luis Eduardo Arango y Luz Adriana Flórez, investigadores del Banco de la República, en el trabajo: “Informalidad laboral y elementos para un salario mínimo diferencial por regiones en Colombia”.
Es claro que no es lo mismo vivir con $737 mil en Barranquilla o Armenia. Tampoco es comparable un subsidio de transporte de $83 mil en Bogotá o Carepa (Antioquia). Ni son equiparables los servicios de una caja de compensación de Cali con los de una de El Calvario (Meta) ¿Existe una caja de compensación en El Calvario?
A pesar de la disparidad, los trabajadores desconocen los aprietos de un microempresario de La Guajira para pagar sus obligaciones laborales. Por cada trabajador de salario mínimo ($737 mil) debe disponer de $1.181.205. Ante la dificultad, en la práctica la mayoría de ocupados son contratados con salarios inferiores al mínimo legal y no cuentan con cesantías, cajas de compensación, salud, pensiones, primas o vacaciones pagadas.
Estos costos y factores culturales, hacen que la informalidad, medida como la ausencia de aportes a la seguridad social, sea tan alta en ciudades como Cúcuta (71%), Sincelejo (65%) o Florencia (63,5%). La situación se agrava en zonas rurales (87%). El hecho se presenta pese a que las reglas de juego laborales son las mismas en todo el país.
Una propuesta
Arango y Flórez clasificaron las ciudades en cuatro grupos, de acuerdo a la informalidad de los últimos años (Ver cuadro). Desde las ciudades con “informalidad baja” (Bogotá, Manizales y Medellín), -es saleroso hablar de “informalidad baja” en Colombia-, hasta otras con muy altos niveles de informalidad (Como Quibdó, Montería o Valledupar).
Con esta clasificación presentan dos recomendaciones. Una que en el primer año solo aumente el salario a las ciudades del grupo 1. En el segundo año a las ciudades del grupo 1 y 2. En el tercer año a las del grupo 1, 2 y 3. Las ciudades del grupo 4 tendrían cuatro años sin incrementos salariales.
La segunda recomendación consiste en hacer, por unos años, incrementos graduales del salario mínimo mayores en ciudades del grupo de “informalidad baja” y menores en las de mayor informalidad.
Ya ha sido inventada la rueda. Hasta 1983 Colombia tuvo salarios diferenciales por departamento y tamaño de empresa. En Panamá, Inglaterra, México, Finlandia, Alemania y Estados Unidos existen esquemas similares.
¿Qué sigue?
Eventualmente, el mecanismo sugerido por los investigadores del Emisor no es el óptimo. En un debate surgirán otros mejores. Lo anterior no es óbice para ignorar el lastre de la informalidad territorial y considerar esta arista en el marco de una reforma laboral. En todo caso, con o sin salarios diferenciados, con o sin reforma laboral, la prioridad del (de la) próximo (a) presidente (a) debe ser la agenda de productividad con enfoque regional. Esta es la vía del crecimiento económico, la formalización laboral y la reducción de la pobreza.
Mientras llega 2018, ojalá los representantes de sindicatos recuerden, en las discusiones del ajuste del salario mínimo, que los grandes incrementos salariales generan consecuencias indeseadas sobre la contratación y la formalización laboral. Ya tienen el listado de ciudades en las que serían peores los efectos.