Las perspectivas del mercado laboral van ligadas a las de la actividad económica, de manera que, si persiste el estancamiento, tarde o temprano aumentará el desempleo.
En el mundo de los sistemas de riesgo existen tres formas de advertir sobre las posibilidades de desastres ocasionados por la naturaleza. La alerta amarilla, la alerta naranja y la alerta roja. Esos tres avisos –en ese orden– se emiten cuando los riesgos son, respectivamente, moderados, en aumento o inminentes. Trasladando esa escala de riesgo al mundo de la economía, es necesario lanzar la alerta naranja para Colombia, porque las señales de riesgo siguen aumentando. Las razones son evidentes.
En mayo, el desempleo nacional se ubicó en 9,4%, con un aumento de 0,6 puntos porcentuales respecto al mismo mes del año pasado. Para las 13 ciudades y las áreas metropolitanas, la tasa de desempleo fue de 10,2%, 1,2 puntos porcentuales superior a la de hace un año.
En torno al empleo siempre hay un debate por el alto nivel de informalidad, por la tasa de ocupación y, más recientemente, como lo planteó Anif hace unas semanas, por la dicotomía que trae el indicador del Dane al diferenciar entre el componente urbano –donde el desempleo ya está en dos dígitos– y el rural –con prácticamente “pleno empleo”, a tasas de desocupación de solo 5% a 6%–.
Según Anif, “lo preocupante de esta consolidación de la cifra de desempleo urbano es que se ha mantenido por encima de 10% en los últimos años, evidenciando que Colombia continúa siendo el país de América Latina (entre los grandes) con las mayores tasas de desempleo (una vez quitemos este espejismo de que existe ‘pleno empleo rural’ en el país)”.
Pero más allá de las discusiones sobre la metodología y las distintas variables, y a pesar de la tendencia al estancamiento de la actividad económica, que tuvo una expansión de apenas 1,1% anual en el primer trimestre, el desempleo nacional no se ha deteriorado sustancialmente. Con el dato a mayo se mantiene en un dígito y solo un mes atrás, en abril, según el Ministerio de Hacienda, obtuvo la tasa más baja en 17 años.
Sin embargo, las perspectivas del mercado laboral van ligadas a las de la actividad económica, de manera que, si persiste el estancamiento, tarde o temprano aumentará el desempleo, como han advertido algunos analistas.
El lento crecimiento de la economía se podría prolongar por la falta de demanda del sector privado, como sugiere la persistencia de una baja confianza de consumidores y empresarios en las encuestas de Fedesarrollo, junto con las desalentadoras expectativas de empleo que, en la medición más reciente del YanHass Poll –de finales de junio pasado–, arrojó que para 62% de los encuestados la situación del empleo está en el rango de ‘mala y muy mala’.
Ante este preocupante panorama, es clave que diferentes acciones inyecten un nuevo dinamismo a la economía, para alejar las sombras que amenazan al mercado laboral. Los retos en este campo pasan, en el corto plazo, por tres frentes: el impacto de la reducción de la tasa de interés por parte del Banco de la República para dinamizar el consumo y la inversión, la inversión de los recursos de las regalías y la aceleración de las obras de infraestructura.
Por ahora, la reducción de las tasas de interés por parte del Banco de la República –que pasaron de 7,5% en enero de este año a 5,75% en junio– no ha logrado estimular el consumo de los hogares y aún no se siente su transmisión al crédito. De hecho, en la reciente Junta del Banco, al tomar la decisión de reducir las tasas 50 puntos básicos, se manifestó la debilidad del crecimiento en el consumo: “La información para el segundo trimestre de ventas al por menor, de confianza de los consumidores y de la encuesta mensual de expectativas económicas indica un crecimiento del consumo más débil de lo estimado. El comportamiento de las importaciones de bienes de capital sugiere que el crecimiento de la inversión, distinta a obras civiles y construcción, sería bajo. Con esta información, es probable que el crecimiento anual del producto esté por debajo de la proyección vigente”, señaló el Emisor en el comunicado donde explicaba la decisión.
En el campo de las regalías se cuenta con $7 billones para ejecutar en lo que resta del año. Estos recursos se convierten en un plan de choque para dinamizar el crecimiento. Sin embargo, para el Gobierno el reto es por partida doble: no solo se trata de ejecutar en seis meses una cifra muy cercana a lo que normalmente se ejecuta en un año, sino de blindar estos dineros del apetito electoral y garantizar que no terminen desviados.
Y, finalmente, es necesario ponerle el pie al acelerador de la infraestructura. Según fuentes del sector financiero, para este año en vías y obras se calculan desembolsos de parte de los bancos por $7 billones. Pero apenas se han entregado recursos por un poco más de $600.000 millones.
Es vital acelerar la dinámica de la economía en un año que aún no arranca en materia económica y que, de no repuntar, podría amenazar uno de los indicadores claves en el ánimo del país: el empleo. Esa es la alerta naranja en materia económica.
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