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La competitividad en Colombia: Una tarea permanentemente pendiente


No hay avances evidentes en el propósito de mejorar la capacidad del sector productivo colombiano para insertarse exitosamente en un mundo cada vez más interconectado.

En días recientes fueron publicados dos documentos relevantes que dan cuenta de la situación relativa de Colombia en términos de competitividad. El Doing Business realizado por el Banco Mundial y el Informe Nacional de Competitividad realizado por el Consejo Privado de Competitividad.  La conclusión: no hay avances evidentes en el propósito de mejorar la capacidad del sector productivo colombiano para insertarse exitosamente en un mundo cada vez más interconectado.


En el caso del Doing Business 2016 publicado a finales de octubre, Colombia pasó del lugar 52 al 54 entre los países con mayor facilidad para hacer negocios. Entre tanto, el Informe Nacional de Competitividad 2015-2016, recordó que hoy (2015) Colombia mantiene el mismo quinto lugar en el que estaba en el año 2006 cuando se creó el Sistema Nacional de Competitividad, con la “ambiciosa” meta de ser el tercer país más competitivo de América Latina en 2032. 

Infortunadamente, en la medición del Doing Business, la comparación histórica se perdió por cambios metodológicos, aunque vale recordar que en el índice de competitividad global calculado por el Foro Económico Mundial Colombia ocupó el lugar 61 entre 140 países este año, mientras que en 2006 se ubicaba en el puesto 63 entre 122 países.

En los resultados se refleja cómo a pesar de algunos avances y de la idea del gobierno nacional de inscribir al país dentro de la Ocde, Colombia se ha estancado en su capacidad de generar un ambiente favorable para el emprendimiento y los negocios, con todos los beneficios que ello trae (más empleo, más impuestos, menos pobreza, crecimiento de la clase media, atenuación de los factores que generan violencia, inseguridad y criminalidad, etc.). 

Esto tiene que ver en, gran medida, con la elevada desinistitucionalización imperante en el país que se refleja, por ejemplo en la elevada corrupción, la alta informalidad o la mala educación, mientras que seguimos creyendo que la democracia es la elección popular de los gobernantes. De hecho, según el Informe Nacional de Competitividad, Colombia ha tenido retrocesos en los últimos cinco años en bases indispensables para la competitividad y hoy son preocupantes los rezagos en aspectos como instituciones, infraestructura, salud y educacion primaria, eficiencia en el mercado de bienes y eficiencia en el mercado laboral.

En el componente de instituciones, medido por el IGC (índice global de competitividad), Colombia ocupa el lugar 114 entre 140 países. Allí se destaca específcamente el rezago en los indicadores de justicia y corrupción, donde, por ejemplo, se llama la atención por la importante proporción de magistrados de las altas cortes provienente de universidades no acreditadas en alta calidad, así como por la alta congestión de procesos judiciales ante la falta de gerencia a nivel de los despachos y la ausencia del uso adecuado de tecnologías de infomación. 

Esta situación persistente conduce a que los niveles de tolerancia del sector privado a prácticas corruptas sea elevada (90%) o a que el peor de los items medidos por el Doing Business sea la capacidad de hacer cumplir los contratos, ocupando el lugar 180 de un ranking con 189 participantes.

Con respecto a la infraestructura, el informe de competitividad también destaca cómo Colombia paso´ del puesto 72 entre 155 pai´ses en 2010, al puesto 97 entre 160 pai´ses en 2014, en el I´ndice de Desempen~o Logi´stico que mide el Banco Mundial, asociado a factores como la limitada capacidad de los envi´os de llegar a su destino a tiempo, la falta de seguimiento y localizacio´n de las mercanci´as, y la dificultad de contratar envi´os a precios competitivos. Así mismo, en el caso de la energía manifestó la urgencia de solucionar el problema de un eventual desabastecimiento de gas, que dejari´a sin este insumo a las plantas te´rmicas, generando incrementos en la tarifa de energi´a ele´ctrica.

En cuanto al tema de salud y educación, el informe de competitividad concluye que en los u´ltimos cinco an~os el pai´s retrocedio´ 18 puestos y se ubico´ en 2015 de 97 entre 140 pai´ses. Al respecto, los elevados gastos en medicamentos y procedimientos no incluidos en el POS (2.5 billones de pesos anuales) son apenas una muestra de una política asistencialista insostenible que le está pasando factura a las finanzas públicas, a pesar de ser una victoria social deseable, y; al mismo tiempo, está alimentando prácticas corruptas que generan un detrimento continuo del erario.

En términos de educación se evidencia la proliferación de universidades de garaje y de carreras profesionales de escasa utilidad para el desarrollo de actividades productivas para aprovechar, por ejemplo, la amplía disponibilidad de tierras con vocación agrícola, la firma de tratados de libre comercio, la entrada en funcionamiento de las vías de cuarta generación. Lo anterior se deduce porque el 47% de los empleadores colombianos reportaron dificultades para encontrar fuerza laboral adecuada, puesto que mientras el 60% de las vacantes son de nivel te´cnico o tecnolo´gico, apenas el 11% cuenta dicho nivel de formacio´n.

Un último factor negativo para la competitividad, y que resultó ser el más problema´tico para hacer negocios en Colombia, corresponde a las elevadas tasas de tributacio´n de las empresas, pues segu´n el IGC, Colombia se ubica en la posicio´n 137 entre 140 pai´ses, y es el u´ltimo de las 19 economías de América Latina en esta materia. Pero sobre este tema se ha dicho mucho, por lo cual no vale la pena profundizar en esta columna.

En síntesis, Colombia padece de un persistente problema de competitividad – productividad a pesar de la existencia de gran cantidad de diagnósticos, lo cual deja entrever la falta de voluntad política para superar esta situación. Por tanto, ahora que llegó el reto de superar la desaparición de factores tan favorables como los altos precios de los commodities y las bajas tasas de interés internacionales, o más bien la fuerte afluencia de capital hacia las economías emergentes que ello implicaba, las perspectivas no lucen muy favorables. Si no cambiamos la forma en que exigimos a nuestros líderes afrontar problemas sobrediagnosticados, pues tristemente habrá que tener paciencia para que el nuevo ciclo de factores externos vuelva a favorecernos.

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