La decisión de subir o no tasas es trascendental no solo porque hace casi una década la autoridad monetaria en Estados Unidos no los hace sino porque en el contexto global de volatilidad e inestabilidad podría indicar un poderoso mensaje a los mercados de valores del mundo.
Para algunos expertos, la situación que se observa podría sugerir que los tiempos de baja volatilidad y predominante estabilidad que se han forjado en los últimos 30 años están en vías de extinción y hoy dependen artificialmente de la política monetaria ultra expansiva de Estados Unidos. Adicionalmente la sensibilidad de las autoridades desde antes de la crisis por atajar los conatos de inestabilidad financiera y tranquilizar los mercados estaría también en duda. Ambas características estarían en camino de desaparecer pues las muy bajas tasas de interés y la abultada liquidez solo tienen un posible destino, subir y reducirse.
Si se quiere que el paciente en cuidados intensivos recupere su normalidad es inevitable irle reduciendo los calmantes e irlo desconectándolo de los equipos de que ha dependido “transitoriamente” su estabilidad.
Para otros expertos, el violento contagio global es la manifestación de los costos ocultos que tienen las reformas regulatorias de la post-crisis de 2009. Varias de esas reformas han implicado que la liquidez y el tamaño de las transacciones financieras se reduzcan. Con las reformas se busca limitar o disminuir las actividades de agentes que por un lado eran muy importantes en la formación de precios y en el suministro de liquidez pero que a su vez aumentaban el contagio desde el sector financiero hacia el resto de la economía, como en el caso de los bancos comerciales.
La iliquidez y la falta de grandes jugadores estarían deteriorando la correcta formación de precios en los mercados y en momentos de pánico ello conllevaría a grandes sobre saltos que facilitan el contagio como ha corrido recientemente desde China al resto del mundo. Según Torsten Slok economista jefe para Estados Unidos de Deutsche Bank “las principales 30 bolsas del mundo cayeron un 20% desde sus recientes niveles pico del año” sin que por ejemplo se pueda decir que algo así pueda estar justificado por posibles recesiones en muchos de los países avanzados.
Un tercer grupo, en especial entre quienes están las autoridades económicas de países avanzados, podría estar interpretando que es hora cambiar la forma como los inversionistas interpretan el rol que deben asumir los bancos centrales frente al estrés de mercados financieros, para eso es que han venido diseñando las nuevas regulaciones. No es tanto que los inversionistas hayan perdido la fe en que los bancos centrales tengan la habilidad para impedir el colapso de los mercados y las economías. Más bien es que a las propias autoridades no les interesa que los inversionistas tomen riesgos esperando que ellas los rescaten cuando las apuestas salen mal.
Las reformas y cambios de sesgo de la política monetaria en casos como Estados Unidos, sugieren en ese caso un poderoso mensaje a los mercados. Tanto inversionistas como entidades a través de los mecanismos de operar deben ajustarse a su propia resolución. El riesgo y las implicaciones de no preverlo no serán subsanados por acciones implementadas por los bancos centrales como en el pasado.
Dependiendo del analista que uno escuche se puede argumentar que tras la creciente inestabilidad financiera global, las autoridades económicas de países avanzados tendrán que aumentar el estímulo económico y reconsiderar el tiempo y la forma oportuna de retirarlo. O puede oír que con independencia de la volatilidad y el contagio de las bolsas a nivel mundial, algunas autoridades como la Reserva Federal procederán a gradualmente retirar el estímulo que han dado en los últimos 6 años.
Los recientes vaivenes no harán que las autoridades vayan a replantearse las normas y regulaciones que hicieron para corregir los vacíos que llevaron a la crisis de 2009, pero si hay una creciente ansiedad frente a la decisión del 17 de septiembre pues en el contexto actual puede ser ideal para mandar una señal que confirme que los bancos centrales han cambiado su libreto frente a momentos de creciente inestabilidad o volatilidad de los mercados financieros.