Se acercaba el
día de la Madre. Un niño de nueve años había hecho con sus propias manos,
una canastilla de hojas de caña para obsequiársela a su querida madre. Todos
los días, desde una semana antes, el muchacho a escondidas, sacaba el regalo y
lo contemplaba con orgullo. Si alguna de las hojas de caña se había zafado, o
no estaba bien sujetada, el niño la cambiaba y modificaba todo el diseño de la
canastilla.
día de la Madre. Un niño de nueve años había hecho con sus propias manos,
una canastilla de hojas de caña para obsequiársela a su querida madre. Todos
los días, desde una semana antes, el muchacho a escondidas, sacaba el regalo y
lo contemplaba con orgullo. Si alguna de las hojas de caña se había zafado, o
no estaba bien sujetada, el niño la cambiaba y modificaba todo el diseño de la
canastilla.
Llegó por fin el
día de la Madre, y el niño había acordado con su hermanita que cada uno
llevaría su regalo a la mesa para darle la sorpresa a la mamá. Cuando llegó el
momento, la hermana llevó el suyo, pero el niño no aparecía por ningún lado. La
madre, después de un buen tiempo lo llamó, pero él no salió de su cuarto, así
que ella puso el oído a la puerta, y oyó al niño llorando.
día de la Madre, y el niño había acordado con su hermanita que cada uno
llevaría su regalo a la mesa para darle la sorpresa a la mamá. Cuando llegó el
momento, la hermana llevó el suyo, pero el niño no aparecía por ningún lado. La
madre, después de un buen tiempo lo llamó, pero él no salió de su cuarto, así
que ella puso el oído a la puerta, y oyó al niño llorando.
Muy sabia y
discretamente, la madre abrió la puerta y vio a su hijo sentado en el piso, con
el regalo entre las piernas, todo aplastado. Lo había ocultado detrás de un
escritorio, y alguien había movido el escritorio y había destrozado la
canastilla. Sin decir nada, la dulce madre se sentó junto al hijo y
empezó a rehacer la canastilla. El niño comenzó a secarse las lágrimas, y a
medida que la canastilla volvía a tomar forma en las manos de la mamá, más y
más amplia se hacía la sonrisa en su inocente rostro.
discretamente, la madre abrió la puerta y vio a su hijo sentado en el piso, con
el regalo entre las piernas, todo aplastado. Lo había ocultado detrás de un
escritorio, y alguien había movido el escritorio y había destrozado la
canastilla. Sin decir nada, la dulce madre se sentó junto al hijo y
empezó a rehacer la canastilla. El niño comenzó a secarse las lágrimas, y a
medida que la canastilla volvía a tomar forma en las manos de la mamá, más y
más amplia se hacía la sonrisa en su inocente rostro.
Al terminar la madre la
tarea, fue con su hijo hasta el comedor con el regalito, y el niño experimentó
ese día de la Madre como el más inolvidable de toda su vida. Muchas veces en la vida,
desde entonces, he visto la misma escena. Pero no ya como una canastilla
rota que reconstruye una madre con sus propias manos, sino vidas destrozadas,
arruinadas, estropeadas, que toma Jesucristo en sus manos y las recompone y
regenera. Jesucristo es el gran carpintero de las almas. Tiene amor, tiene
paciencia, tiene sabiduría y tiene poder. Puede recomponer cualquier vida hecha
escombros. Y sólo está esperando que nosotros, con lágrimas y con
esperanza, le entreguemos nuestra alma.
tarea, fue con su hijo hasta el comedor con el regalito, y el niño experimentó
ese día de la Madre como el más inolvidable de toda su vida. Muchas veces en la vida,
desde entonces, he visto la misma escena. Pero no ya como una canastilla
rota que reconstruye una madre con sus propias manos, sino vidas destrozadas,
arruinadas, estropeadas, que toma Jesucristo en sus manos y las recompone y
regenera. Jesucristo es el gran carpintero de las almas. Tiene amor, tiene
paciencia, tiene sabiduría y tiene poder. Puede recomponer cualquier vida hecha
escombros. Y sólo está esperando que nosotros, con lágrimas y con
esperanza, le entreguemos nuestra alma.
FELIZ DIA DE LA MADRE